Retroreseña: “El Mario de capita”

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¡¿Que tal, Nintenderos?! El día de hoy les traigo otra retro reseña. Como mencioné en mi última publicación, esta reseña será sobre uno de mis juegos favoritos. Aquel que presenté el domingo como “juego recomendado de la semana”: Súper Mario world para SNES. Para quienes hayan leído previamente mi reseña sobre Ocarina of time, está de más comentarles que estas reseñas no se centran en los datos técnicos del juego, pese a que si se dedique un espacio para estos. La siguiente reseña, como todas las que haga, será completamente subjetiva y en ella podrán leer más sobre mis impresiones hacia el juego que datos técnicos del mismo. Así que, si lo que usted busca, querido lector, es una reseña 100% objetiva; le advierto que las siguientes líneas podrían no ser de su agrado. Sin más preámbulos, aquí vamos.

Antes que nada, me gustaría empezar la siguiente reseña con una confesión. Y dice así: En el mundo existen muchas personas que gozan de una memoria impecable. Personas que recuerdan cada detalle de los sucesos ocurridos a lo largo de su vida como si del Memorioso Funes (Personaje ficticio de Borges) se tratara. Estaría mintiendo entonces si les dijera que yo soy una de esas personas y que recuerdo con completa lucidez el preciso instante en que jugué por primera vez un videojuego. La verdad es que no recuerdo que juego fue, ni en donde lo juegué (y digo “juegué” porque para entonces debí de ser muy pequeño y, como mis padres siempre comentan, yo de chico no “jugaba” sino que “juEgaba”) ni quien me presento aquel cartucho, ni las razones de que esto haya ocurrido. Sin embargo, sí puedo decir con precisión que juego de video es el que más me ha marcado, y posiblemente sea por esta razón que al intentar recordar cual fue el primer título del cual disfruté, este aparezca de pronto en mi cabeza, haya sido o no el primero. De cualquier manera, si es que Super Mario world no fue el primer cartucho que vi decodificarse en una pantalla, su recuerdo ha quedado tan implantado en mi memoria que ha podido opacar a cualquier otro título que haya aparecido antes en mi vida, tomando su lugar.

Para cuando Super Mario world veía la luz por primera vez en el año de mil novecientos noventa, yo aún ni había nacido. Es más… Seguramente no me encontraba siquiera en los planes de mis papás. Sin embargo, y como la mayoría de nosotros (peruanos) recordaremos, para mil novecientos noventa y ocho (cuando por fin tuve 6 años, edad necesaria para poder coger un mando como todo un hombre) en nuestro país aún la gente seguía quedándose coj*da con las maravillas que el SNES (Alias “EL maquinón”) tenía para nosotros, pese a que en otros países la mayoría ya gozaba de la magia del N64. Debido a esto, pude llegar yo a jugar con esta consola tan fantástica en el “vicio” que, sin exagerar, quedaba exactamente en la esquina. Y es que para mí, mis amigos y muchas otra persona de mi edad, tener una Nintendo 64 era algo solo alcanzable por millonarios (O por quienes tenían una tía que se lo mandara desde USA donde las consolas las regalaban papá Noel todas las navidades, según mi juvenil mente), por lo que todos solíamos ir a jugar al antro más cercano… Y la verdad es que más felices no podíamos ser.

Fue justamente en “El vicio” donde jugué por primera vez al “Mario de capita”. Y si bien, como dije antes, no tengo la certeza de que este haya sido mi primer juego, si recuerdo como me sentí en aquella ocasión. Recuerdo como mi hermana, cinco años mayor, hacía correr a Mario de un lado al otro, y lo hacía saltar sobre los malos, y podía detenerse justo antes de caer, y podía lanzar fuego, y sobre todo… ¡PODÍA VOLAR! Yo en cambio solo sabía correr, y luego intentar saltar sin éxito, antes de que me topara con un goomba (en ese entonces “honguito molesto”), o un koopa (En ese entonces “tortuga de michi” porque mis papás no me dejaban decir lisuras). Y recuerdo que pese a lo malo que era, ese juego realmente me divertía. Realmente la pasaba bien jugando. Y además me hacía sentir adrenalina. La misma que hacía que eleve el mando cada vez que intentaba saltar. La misma que me obligaba a mover los pies que colgaban de la silla, de atrás hacia adelante. Era fantástico. Simplemente increíble: Super Mario World era capaz de presentar en el breve espacio de un cartucho, un inmenso mundo lleno de retos y secretos. Tan lleno de memorias… El yoshi que salía corriendo despavorido cuando éramos embestidos por algún villano, las monedas dragón que necesitaba conseguir en cada nivel sin saber si tenían alguna utilidad en especial, los “micro-mundos” con interruptores de colores que nadie quería presionar porque se perdía un turno haciéndolo, las llaves que abrían caminos ocultos en el mapa, los castillos que nos impedían jugar con nuestro jurásico corcel (como odiaba tener que dejar a Yoshi en la puerta de una fortaleza), el tener que regresar a ese lugar donde se ofrecían ítems en cajas flotantes (al cual mi gente bautizó como “la tiendita”) cada vez que se perdía en un nivel y, finalmente, el villano que custodiaba el mundo final que tanto trabajo nos costó alcanzar. Todo envuelto en un pequeño y gris empaque.

Llegado este punto, muchos ya se habrán dado cuenta de que aquel título es uno de mis preferidos. Y si bien soy consciente de que para la mayoría el mejor Mario que existe es el Super Mario bros. 3 (Alias “El Mario de colita”), para mí, el Super Mario world siempre será el “número uno”. En realidad, comprendo lo buen juego que resulta el Super Mario bros 3, pero en cuanto a los gustos, la gente funciona así. Nos gustan cosas distintas porque cada uno percibe de manera única lo que se nos presenta. Para mí “el Mario de capita” es uno de los mejores juegos, pero no por sus gráficos, ni por su soundtrack, ni por su historia… Lo es por lo que evoca en mí y seguramente en muchos otros más. Por esto, me gustaría entonces señalar que es esto lo que hace que una pieza de arte se convierta en una gran obra. Y creo que eso es Super Mario World.

Ahora, lamento decir que es tiempo de dejar un poco de lado el romanticismo y comentar los detalles técnicos del juego, para que esta reseña pueda llevar dignamente el título. Sobre la trama o historia mucho no hay que contar, sobre todo porque esta se explica muy brevemente en un cartel negro con letras blancas al principio del juego (Era la época donde si querías informarte sobre lo que ocurría, debías leer el manual. A la consola se iba a jugar) y eso era todo. Como muchos ya saben, ocurre lo que casi siempre pasa: Peach es raptada por Bowser, Mario va en su búsqueda, y luego todos se van a jugar tenis, manejar carros o juerguear en el castillo con hartos hongos alucinógenos. Simple y sencillo. Esto puede ser un pro para muchos y un contra para otros, dependiendo de lo que se busque en un juego. Si quieres llegar rápido a la acción, esta es la mejor fórmula.

Sobre el soundtrack, debo decir que es bastante bueno, ya que sus melodías se encuentran bien trabajadas, mostrándonos diferentes  temas que acompañan de maravilla y muy acertadamente al nivel en que nos encontremos. Además, os guste o no, la música de Super Mario world, es parte de la cultura pop y se ha mantenido vigente hasta el día de hoy, lo cual demuestra que tiene ese “que se yo” que hace buena a una canción. Por último, también podemos apreciar como el equipo encargado de este aspecto introdujo algunos detalles bien elaborados como el hecho de que subirse a Yoshi hace que a la melodía se le sume una percusión un tanto tropical. Simplemente buenísimo.

Sobre la jugabilidad, creo que no podía ser mejor. Controles sencillos e intuitivos, dignos de un plataformero de la época, que no dejan de combinarse muy bien entre ellos dando como resultado complejas técnicas a la hora de jugar (Sin mencionar que el mando de la SNES podría llevarse fácilmente el título a “El mejor control pa’ tu consumo y arrebato”, lo cual ayuda bastante en este aspecto). La mecánica se encuentra clara y además los botones reaccionan rápidamente sin presentar ningún tipo de retraso al ser ejecutados. Muy bien, a mi parecer.

En cuanto a los gráficos… Para mí, son y siempre serán la última chupada del mango… Pero soy bastante consciente de lo que esta afirmación supone. Sé que Super Mario world no podría competir en cuanto a realismo y detalle con un juego actual. Y sin embargo creo que no es necesario que lo haga. Esto es más una cuestión de gustos que algo objetivo. En mi opinión los gráficos retro son bastante llamativos, por lo que un título de “16-bit” que muestre tanta dedicación como muestra “el Mario de capita”, para mí es fenomenal. Sin embargo respeto la opinión de quienes prefieren el hiperrealismo. Para todos hay en el mundo de los videojuegos.

En conclusión puedo decir que Super Mario World para SNES es uno de esos juegos que uno nunca se cansa de volver a jugar. Es uno de esos títulos que guardan tantos secretos y tiene tantas formas distintas de ser superado que hace que la diversión se prolongue durante horas y horas Todo esto sin contar que puede ser disfrutado en modo multijugador haciendo que la tarea de conquistar todo el mapa sea un tanto más sencilla y entretenida. Finalmente, creo que no me equivoco al decir que Super Mario world es, en resumen, uno de esos fenómenos que marcaron e incluso definieron una época. Es por eso que su legado continúa y seguramente seguirá por mucho tiempo merodeando por toda la faz de la tierra. A mí, por mi parte, solo me queda decirles que siempre que disfruten de algún tipo de arte (El que sea) intenten hacerlo como lo haría un niño. Déjense llevar completamente por sus emociones, y permítanse a sí mismos encontrar su propio juego, canción o libro favorito. Solo así podrán dejar al arte hacer su trabajo y se llenara de emoción y podrán fabricar recuerdos alrededor de ello. Jueguen con personas que aprecian, escuchen música cuando se sientan solos y lean y sigan leyendo cada vez que quieran escapar un poco de la realidad y necesiten formar parte de alguna aventura. Espero la mayoría me crea cuando digo que es esta la mejor forma de vivir cada instante y de ser felices.

Y bueno, hasta aquí llega esta reseña, queridos lectores. Me despido entonces deseándoles la mejor de las suertes y esperando que todos puedan encontrar su propio pedazo de arte que los enamore. Yo por mi parte seguiré “juegando” Mario, y aunque ahora ya no levante el mando cada vez que quiera saltar, seguiré emocionándome de la misma manera que lo hacía en aquella época tan fácil y mágica, que recuerdo cada vez que me cruzo con cierto plomero bigotón vagando en los rincones de la mente. Conmigo será hasta la próxima, y hasta entonces les dejo una última pregunta en que pensar: ¿Cuál es su videojuego favorito y por qué? Arrivederci, amichi.



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