Música: un continente vasto para mi imaginación, cantaba el mítico grupo «Virus» de Argentina. La imaginación como una de las piedras angulares en el vasto mundo de los videojuegos no podía no tomar como protagonista inspiracional a la música para crear un título de magnitudes tiernas y jugabilidad adictiva; un pedazo de amalgama de color, historia y fantasía alrededor de un universo musical que será el inicio, la guía y luz al final del túnel en las aventuras de un pececillo que tan solo debe hacer lo que todo pececillo ha de hacer para continuar vivo: enfrentarse a los peligros de la vida diaria de un pececillo, entre notas musicales y color.
Bien la trama es sencilla de este video juego, como se mencionó líneas atrás, donde nos encarnamos en un pececillo que tiene que pasar los trajines de todo pececillo, desde ir en contra de la corriente hasta enfrentarse a voraces depredadores (si, no dista de nuestra realidad como parte de la sociedad) pero también están las experiencias pececillas bonitas que le tocará vivir, como hacerse de amigos e incluso encontrar el amor pececillo entre escamas y burbujas de amor, a lo Juan Luis Guerra: Una historia en cuya elemental sencillez podemos llegar a sentirnos identificados.
Pero, ¿qué es lo que hace diferente a este título? Primeramente, es importante mencionar su jugabilidad el cual se basa simplemente en nadar en un pentagrama musical y evitar rozarse con las notas musicales; así como obtener ítems y poder complementarse de ciertos elementos en el ambiente que ayudarán al pececillo a ser más rápido o enfrentarse al peligro que lo rodea. Sin embargo, esta jugabilidad adquiere un sentido adictivo gracias al contexto gráfico presente en el juego, con una paleta de colores que es como una extensión de las fantasías en el alma de un niño durante sus vacaciones de verano; personajes terriblemente bonitos y fascinantes y un ambiente musical que toma el protagonismo del juego, pero sin quitar la digna complementación de la jugabilidad y el aspecto gráfico.
Música, música, música. Este video juego respira música y hace que las experiencias de aquel pececillo sea un continuo “soundtrack”; la música acompaña sus desgracias (melancólico alimento para quienes vivimos de amor, escribió Julio Cortázar) y también está presenta en sus momentos dulces de acuáticas alegrías. Tadpole Treble Encore nos acerca a un mundo lleno de aventura y ritmo, remanso y turbulencia, de vida y muerte, todo aquello simbolizado en música, color y Nintendo Switch.
Podría decirse que es un video juego con dificultad de ensayo y error; no es un video juego en el que querrás tirar el mando a la pared, ni tampoco estarás extendido relajadamente en el sofá. Demanda concentración y sincronización: estar en la nota del pentagrama en el momento preciso, de esta manera ayudaremos al pececillo a que los voraces depredadores no lo tengan entre sus fauces y así poder surcar los distintos paisajes que este título tiene para compartir con nosotros.
Tadpole Treble Encore, es un homenaje a la naturaleza en su esencia más pura. Bien decía Zygmunt Bauman, la cultura es contrincante de la naturaleza, encontramos estas palabras en las aventuras que viviremos con nuestro amigo pececillo. Las adversidades que enfrentará aquel personaje, desde voraces depredadores hasta caudalosas aguas son solo un ejemplo de lo salvaje que es la naturaleza; lejos de un cómodo sillón o reglamentos que regulan nuestras conductas, la naturaleza tiene su propia música: cruel, violenta y despiadada; pero también está su ternura, sus colores y la música que encontramos cuando entrecerramos los ojos y dejamos que nuestro corazón sea un pez, un pez bajo el agua.
Este análisis fue realizado con un código de descarga para la eShop de Nintendo Switch brindado por BitFinity